Uno de los ejemplos tangibles de la información convertida en mercancía de mala calidad, debido a la manipulación irresponsable y muchas veces ignorante que los medios masivos de comunicación han hecho a partir de la emergencia sanitaria en México por el virus de Influenza Humana A/H1N1; es el tapabocas.
Mucho han insistido las autoridades en usarlo como una de las medidas preventivas ante la epidemia que hoy vivimos. Sin embargo es poco efectiva. Un cubrebocas no es capaz de contener al virus en cuestión. La razón es simple: el virus es mucho más pequeño que los poros de la tela del tapabocas. Además, en el caso de que una persona infectada llegara a usar uno, si no se maneja adecuadamente, puede convertirse en un foco de infección.
Al comenzar la emergencia y el pánico, los medios poco se detuvieron en el asunto. No fue importante, en gran medida a la falta de rigor periodístico de los reporteros y redactores. Por ello, el boom de los tapabocas en la Ciudad de México y, en muchas de las grandes urbes del país, han hecho que estos pedazos de tela lleguen a costar hasta $50.00MX [unos $3.5usd] por pieza, además de que han transformado el escenario urbano. Casi podría decirse que está de moda usarlo.
Es un símbolo del México actual, que no se raja y que sigue echado pa’lante, aún a pesar de las incompetencias de sus autoridades y de la inmisericorde manipulación y comercialización de la que los medios hacen gala…
Lo que en palabras de ADNSureste, publicadas el 30 de abril significa:
«El usar el cubreboca es una cortesía y una muestra de aprecio hacia las demás personas; no se trata de un acto egoísta o de protagonismo. La persona que usa cubreboca no está infectada necesariamente; aunque sí está convencida de que si llegara a estarlo, puede evitar contagiar a sus seres queridos y aún a aquéllos que se atraviesen por su camino. Quien usa cubre boca, se lava las manos constantemente, no asiste a lugares concurridos y se mantiene informado, no sólo demuestra un aprecio por su vida, sino también por la vida de los demás.»
Este tipo de actitudes ciudadanas, comienza a recordarme la solidaridad que mi gente mostró en los aciagos días posteriores al terremoto de 1985. En aquel entonces la recién bautizada eufemísticamente sociedad civil, dio muestras de su verdadera constitución, a pesar de la ineptitud del gobierno y del servilismo de los medios de aquel entonces…
¿Y hoy, qué muestras no da esta sociedad civil?