Texto panfletario y amorosamente planetario
Aunque es más una explicación personal, pues de antemano no espero interpretaciones.Incluye referencias a Lacan, Stephen Hawkins, Einstein, Galileo, Yoda y varios más).
Poco más de nueve mil días después, subsistimos en el punto de partida hacia ningún lado, esquina con el infinito. Sin embargo, se mueve.
El bigbang, aquel donde toda la materia fue concentrada en menos de un centímetro cúbico para dar origen al universo concebible; es aún una broma atemporalmente cruel del destino, ese que aún no es, ni será, pero es y siempre es.
Tu existencia, mi existencia, no han sido escritas. Son todavía estériles. Intangibles, indeseables, insoportables. No obstante, han sido imaginadas para encontrarnos y producir un millón de estrellas. Al menos, divino polvo de estrellas. De nosotros depende convertirnos en galaxia o en estrella enana blanca, en materia oscura.
Pese a nuestros fatuos esfuerzos por ignorar nuestra correspondiente gravedad, estamos. Somos. Permanecemos. Nos atraemos. Lo mejor: nuestros vestigios, aunque somos una imagen imaginada; existirán por los siglos de los siglos. Más allá de ti. Más allá de mi.
No te conozco. No me conoces. No te interesa conocerme. No me interesa conocerte. Somos afables desconocidos, 25 años después, es decir NADA; somos seres deseables; aspirantes a seres necesitantes y necesitarios; conectados, con la despreciable decisión de evadirse, aunque todo el tiempo permanezcamos en próxima cercanía. Boca a boca. Sexo a sexo.
Ondas gravitatorias que se excluyen para incluirse. Jugamos a eclipsarnos, a la celestial ignorancia mutua, aunque tal negación no niega, sólo confirma, restituye. Es más fácil, es planetariamente práctico.
Sin embargo, este destino manifiesto, tiene dotes cuánticos. En la distancia estaré. En la cercanía estarás. En la inmanente ausencia, estaremos. La fuerza, siempre estará contigo. Te ha traído aquí, la galaxia te ha conducido. Tu camino es claro.
Rayita, Padawan.